Celine Dion en Vogue: Reportaje 3

julio 04, 2017

Celine Dion no intenta ocultar sus sentimientos. Su candor es una de sus múltiples cualidades, junto con sus buenas formas y una transparencia emocional que la hace única (además de ser una estrella mundial del pop durante los últimos 30 años). 


El año pasado, en el desfile de Giambattista Valli, cantó, aplaudió y se fascinó antes de ir a los bastidores al final del evento para felicitar a Giamba y sus modelos. "Nadie más aplaudía," recuerda mientras espera para entrar en el Petit Palais para el desfile de Valli de este verano. La acompaña el bailarín que actúa con ella en su espectáculo europeo, llamado Pepe Muñoz. Pepe es español, de Málaga; también es un ilustrador de moda. Celine lo conoció a través de unos compañeros de su espectáculo en Las Vegas. ("Todas las personas que conozco," dice Dion sobre su vida social en Las Vegas, "son acróbatas, bailarines o conductores. Son como familia.") Ahora, los dos son inseparables en el escenario (ella con su mono ajustado y brillante y él con su innegable atractivo físico), así como fuera de él.

Este año, Celine ha decidido expresar su exuberante entusiasmo por el trabajo de Valli haciendo señales de flamenco a Pepe, sentado frente a ella, y sus compañeras, la actriz Rossy de Palma y la respetada coreógrafa Blanca Li.

Celine asistió al evento como si fuera una modelo más, con una delicada camiseta con motivos florales y un collar de piezas negras. Celine transforma el evento en todo un espectáculo: sus manos se mueven al ritmo de los paparazzis, las manos de Pepe hacen lo mismo, Rossy no se queda atrás...

Las modelos (¡las más afortunadas!) desfilan con bailarinas, pero los auténticos bailes tienen lugar en los asientos del público. Al final del desfile, Pepe llora, Blanca se siente en el Cielo y Celine dice que el año que viene, si está de gira por Europa, pedirá toda la semana libre de conciertos. "Pero no me dejarán," se ríe, "¡les dará miedo que me gaste demasiado dinero!"

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